La muralla
y el Castillo de San Felices.

La Cerca Vieja, el primer recinto amurallado de San Felices, posiblemente se construyera en el siglo X como consecuencia de los enfrentamientos entre las coronas de Castilla (Fernando II) y Portugal (Alfonso I). Tiempo después, en el 1308, se construye la esbelta Torre del Homenaje que es adosada a la cerca. Con el paso del tiempo el recinto amurallado creció rodeándose de nuevas cercas, llegando a contar San Felices con cinco recintos amurallados.

En la Torre residirán importantes miembros de la corte castellana y portuguesa, convirtiéndose en lugar de intrigas y conspiraciones. Sin embargo, el inexorable paso del tiempo hizo perder el valor militar de castillo y muralla, convirtiéndose esta última en un aula de interpretación que vuelve a dotar al castillo de su antiguo esplendor como centro de referencia de la localidad.


La Plaza.
La Plaza de San Felices de los Gallegos no sólo es lugar de encuentro y festejo, es también un espacio preeminente en la trama urbana que acoge los edificios más emblemáticos en los que se representan el poder civil, eclesiástico y señorial. En ella podemos encontrar el ayuntamiento, datado en 1791, en donde aún es posible contemplar su antigua cárcel, en el dintel superior de esta, hay una inscripción que dice “REGE CAROLO IV 1791”. En los laterales de la plaza descubrimos una buena representación de las casas solariegas que, con sus balcones corridos y sillares bien labrados, enmarcan este espacio público. Finalmente, la Iglesia de Nuestra Señora entre Dos Álamos preside esta plaza irregular de tan gran belleza, junto a la que encontramos el antiguo campanario conocido como Torre de las Campanas, del siglo XIII, y único resto visible del segundo recinto amurallado de la villa.


Torre del Homenaje. © Ángel Espinazo Pérez

Plaza desde los soportales del Ayuntamiento. © Ángel Espinazo Pérez


 

De origen románico, en esta interesante iglesia conviven diversidad de estilos arquitectónicos, desde el Románico al Neoclasicismo, pasando por los estilos Gótico y Renacentista. Un desgraciado incendio en 1887 arrasó con gran parte de las imágenes y retablos de la Iglesia, así como con importantes elementos arquitectónicos, como la techumbre mudéjar, que fue reconstruida con el aire renacentista actual.

 

Descripción del Catastro de Ensenada (1750 y 1754) del interior de la Cerca Vieja:

“Se compone de tambor en su entrada (la entrada tras la torre albarrana). A su mano derecha, un cuerpo de guardia con su departamento para oficial, entarimando, con sus armeros. Plaza de Armas de figura hexagonal irregular. En sus cinco frentes hay otros tantos cuarteles capaces para 1500 hombres, y en el otro frente se haya construida una torre cuadrada. Separaciones en ella para almacenes de víveres de artillería, aunque reducidos, calabozos y gazapón. Separado con medianería a esta, la casa del gobernador…”


Interior de la Iglesia de Ntra. Sra. entre Dos Álamos. © Ángel Espinazo Pérez
 

Torre del Homenaje y Cerca Vieja. © Ángel Espinazo Pérez

 

Más allá de la ruta interpretada, encontramos tesoros escondidos que no deben pasar desapercibidos al visitante, como la Casa del Corregidor, la Alhóndiga o la Casa de la familia del Ron, muestras representativas del patrimonio civil de San Felices.

En la Casa del Corregidor vivía el representante de los señores de San Felices, mientras que la Casa del Ron es ejemplo de la nobleza establecida en la villa. La Alhóndiga, situada en la plaza del Caño, de una sola planta y con generoso porche de cuatro columnas, fue construida por la Casa de Alba en 1587, almacén en el que se guardaba el grano del noveno, al amparo de inclemencias y fluctuaciones.

Pero San Felices no es sólo tierra de nobleza y belicismo, también la espiritualidad tiene su protagonismo en esta villa de conventos y ermitas. Destaca el Convento de La Pasión, convento de clausura que se remonta a principios del siglo XVI y que pertenece a la orden de san Agustín, en el que se mezclan estilos renacentistas, barroco, portugués y neoclásico.

Las ermitas de San Felices fueron muchas. Se cree que existieron 14, de las que tan sólo se conservan cuatro: la ermita de los Remedios, la ermita de Jesús Nazareno -conocida también como del Humilladero o del Cordero y junto a la cual encontramos el verraco vetón conocido como Burro de San Antón-, la del Rosario, construida en el siglo XVII, de estilo barroco portugués, y de la que destaca su imaginería, altares y púlpito de sobria cantería, y la Ermita de Roque Amador, asociada al hospital del mismo nombre que acogía a peregrinos, transeúntes y estudiantes pobres, tan sólo conserva un arco de medio punto y el arranque de otro.


Fachada del convento de la Pasión. © Ángel Espinazo Pérez


 

La historia de San Felices se remonta a los tiempos pretéritos. Las tumbas antropomorfas excavadas en la roca de los yacimientos de San Félix y de La Carralancha, o el Castro de Castelmao, con su campo de piedras hincadas y potente muralla aún por desenterrar, nos llevan a tiempos vetones, a fundaciones visigodas.

 

Son muchos los puentes que permiten salvar los numerosos ríos y arroyos que atraviesan el término de San Felices, como el Puente de Rodavilla con sus dos ojos de arcos de medio punto, el de Santa Ana construido durante el reinado de CARLOS IV con su molino, o el de Los Franceses sobre el río Águeda, punto estratégico durante la guerra de la Independencia en el que se llevó a cabo la emboscada al ejército francés que huía de Almeida.

Las fuentes son también relevantes. En el casco urbano encontramos la Fuente Puerto -conocida como fuente romana-, la Fuente Oscura y Carballa.

Tumbas de la Carralancha © Ángel Espinazo Pérez

 

Puente de los Franceses © Ángel Espinazo Pérez

 
 

Nos encontramos en un espacio de gran interés, pero cuyas fases constructivas y funcionales deben de dejarse bien claras para no confundir al visitante.

En origen, el lugar en el que se encuentra fue una monumental puerta-torre, el acceso original utilizado durante el siglo XIII para acceder al interior del recinto amurallado de San Felices, de su Cerca Vieja.

En aquel momento no existía la torre albarrana que hoy oculta la entrada, por lo que probablemente el acceso se hacía de forma frontal, pasando bajo el arco apuntado de mayor altura. Tras pasar este arco se encontraba un segundo arco apuntado que cerraba el paso con sus grandes puertas batientes. Una vez cruzadas estas puertas, un último arco de piedra, hoy cegado, permitía el paso al interior del recinto.

Sin embargo, a lo largo del siglo XIV, como consecuencia de las guerras entre portugueses, castellanos y aragoneses, se modifica este espacio buscando una más eficaz protección, por lo que se construye frente a la puerta-torre una nueva torre albarrana adelantada. Es en aquellos tiempos cuando se construye la Puerta del Moro, trasladando el acceso principal al interior del recinto amurallado a un lugar más cercano a la Torre Homenaje.

Se integra así la antigua puerta-torre en la propia torre albarrana, cuya posición adelantada y forma de pico permitía defender de forma más eficaz el recinto, al poder disparar la ballesta en dos direcciones. De aquella función defensiva aún queda como testigo de otros tiempos la ladronera, el hueco practicado en el suelo de la torre albarrana, por el que se podía dispara al que se ocultara debajo del arco, en el lugar en que usted se encuentra.


Torre Albarrana © VACCEO


 

Planimetría de Luis Serrano-Piedecasas