El origen de San Felices de los Gallegos se encuentra relacionado con su fundador, el obispo visigodo de Oporto, D. Félix -de ahí su nombre San Felices-, que funda la población en el año 690.

Pero más allá de su fundación a finales del siglo VII, aquel primitivo asentamiento es repoblado en el siglo X por Ramiro II con gente llegada del noroeste peninsular, de Gallaecia, de ahí el apellido “de los Gallegos”.

Su situación fronteriza favoreció que durante los siglos medievales fuera convirtiéndose en un importante punto estratégico y defensivo, viéndose envuelto de lleno en las guerras fronterizas entre Castilla y Portugal, lo que la convirtió en uno de los principales enclaves militares de la frontera portuguesa.

Pero la historia de San Felices es también la historia de sus personajes históricos que jugaron un papel primordial en la configuración de España, y de una guerra, la de la Independencia, que la hace caer en manos del ejército francés durante casi tres años, hasta que Lord Wellington recupera Ciudad Rodrigo, abandonando poco tiempo después la tropa francesa San Felices.

Los siglos venideros fueron duros. La guerra carlista, la desamortización, o la importante emigración en busca de mejores condiciones lejos de San Felices, han hecho a la localidad perder su merecido protagonismo. Sin embargo, San Felices ha sabido recuperar su importante pasado, resurgiendo una villa en la que a su historia se une su increíble patrimonio arquitectónico, su tradicional gastronomía y un entorno natural de increíble belleza y relevancia.



Vistas de la localidad con iglesia, torre y convento. © Ángel Espinazo Pérez


 

Importante fue en San Felices la comunidad judía, que sabemos vivió en la localidad al menos desde el siglo XIV. La villa contó con sinagoga, rabinos y un barrio mayoritariamente judío. La historia de los judíos de San Felices se vio truncada con su destierro entre 1492 y 1496 de tierras castellanas y su expulsión en 1496 de Portugal, lo que les obligó a iniciar la diáspora o regresar a estas tierras castellanas desde el vecino país, ya como cristianos nuevos -conversos-.

 

El poblamiento de estas tierras se remonta tiempo atrás, como nos indican los restos arqueológicos del Castro de Castelmao, o incluso el Burro de San Antón -verraco vetón- que se encuentra junto a la Ermita del Humilladero y del que desconocemos su función y la localización originaria.


Arquitectura popular. © Ángel Espinazo Pérez
 
Burro de San Antón con Ermita del Humilladero. © Ángel Espinazo Pérez